Johnny Ortega Rojas
El silencio tine una voz, mi trabajo es escucharla y ser el escriba del silencio.
Mi Historia.
Hola. Soy Johnny Ortega Rojas.
Nací en la bella Posadas, Misiones, en los últimos latidos del siglo pasado, y desde entonces, mi vida ha sido un entramado de pasiones y búsquedas de caminos. Quizás me conozcas como abogado, un profesional dedicado a la interpretación de las leyes, o como especialista en docencia universitaria por la prestigiosa UNNE, donde la enseñanza se forjó como vocación.
Pero el sendero me llevó más allá de los códigos. Me sumergí en las raíces de nuestra tierra como Especialista en Folklore y Culturas Populares Argentinas por la UNaM, explorando los susurros urbanos y de la selva, el eco de las voces ancestrales. Esta inmersión en lo profundo del alma misionera no es casual; es el hilo conductor de una vida que ha aprendido a escuchar lo que otros no perciben.
El atractivo poder de lo intangible me llevó a formarme como Profesor de Meditación y Mindfulness, acreditado por la Federación Argentina de Yoga y la Asociación Mindfulness Argentina. En el camino de la conciencia plena, he descubierto herramientas para navegar el complejo mapa de la mente, un viaje personal que cobró una dimensión inesperada tras un accidente que marcó un antes y un después. Aquel suceso no solo redefinió mi percepción del mundo, sino que me sumergió en una realidad donde el silencio cobra voz y el pasado se proyecta en el presente. De esto, y de un incipiente trastorno del sueño —que más que una carga, se reveló como el portal a mundos latentes, el paño y la tinta donde el subconsciente garabatea historias, y es el anfitrión que me guía hacia la esencia misma de la escritura— ahora lo entiendo como parte esencial de mí mismo, y ya iré compartiendo más.
Mi curiosidad también me llevó a la Neuropsicología, logrando un diplomado por la Corporación Internacional Líderes de Latinoamérica. A través de ella, busco comprender los misterios del cerebro, su conexión con el espíritu y su profunda relación con el Desarrollo Humano.
En el corazón de Misiones, el Espacio Cultural “Familia Alma Gaucha” es un sueño materializado en 2022. Como su Co Director, veo en él no solo una vocación, sino un lugar donde fomentar la literatura, las artes plásticas, la música, el canto y nuestras vibrantes Danzas Folklóricas. Un espacio donde las historias encuentran su resonancia.
Actualmente, tengo el honor de ser Miembro de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), filial Misiones. Desde esta plataforma, busco dar voz a las historias que nos definen, a los secretos que la tierra guarda y a la resiliencia de nuestra gente.
Mis palabras son un puente entre la realidad y los velos que a veces la cubren. Si buscas historias que exploren los límites de la percepción, los ecos de un pasado que no se resigna al olvido, y la lucha por la verdad en los rincones más profundos del alma, estás en el lugar correcto. Te invito a acompañarme en este viaje literario, donde cada página es una ventana a la narrativa y al misterio.


Vida Personal
Hay rituales que no son costumbre, sino anclas. En el gesto sereno de calentar el agua, en la forma en que la yerba recibe el primer sorbo con la mirada perdida en el horizonte y despierta su memoria de tierra y sol, es allí donde encuentro una filosofía.
Donde el descanso en la siesta misionera, es Ley; es una pausa sagrada, un pacto con el tiempo donde el mundo de afuera se detiene para que el de adentro pueda, al fin, hablar.
Mi vida se ha tejido con dos hilos que, para muchos, parecen opuestos. Uno es el de la lógica, el del abogado que busca certezas objetivas en el análisis de los hechos, el del docente que estructura el conocimiento para compartirlo. Es un hilo firme, necesario, que traza los mapas de lo visible. Pero el otro hilo, el que realmente me define, es el de la cultura, el folklore, el del meditador, el que acompaña en silencio a los amigos y mira a los ojos cuando da la mano con firmeza, el que se inclina para escuchar los susurros que emanan de las grietas del asfalto y de la memoria ancestral de la selva.
Durante años, caminé por ambos senderos creyendo que eran paralelos. Hasta que la vida, como la Ruta 12 en el crepúsculo, te enfrenta a una sombra que lo cambia todo. Un accidente, un instante de caos, que destrozó el pavimento de mis certezas y me obligó a mirar lo que había en las fisuras, en las gritas. Fue allí, en la fragilidad de la resurrección, donde descubrí que mis noches de desvelo que se manifestaban como un incipiente trastorno del sueño, no era una patología, sino un portal hacia mi interior.
Entendí que las voces e imágenes que brotaban en el duermevela, eran el paño y la tinta donde el subconsciente garabatea las historias que la lógica diurna no permitía ver.
Este soy yo, el de la imagen. Un hombre de la tierra colorada, cebando un mate que es, a la vez, pregunta y respuesta. Un escriba que encontró en sus propias grietas la tinta para contar las historias que le habitaban, y que descubrió que la verdad más profunda no se razona: se siente, como el calor del sol en la piel o el lamento lejano de un acordeón en la memoria de la sangre.
AWARDS
Suscríbete ahora para recibir actualizaciones periódicas
[sureforms id=’1707′]